¡Benditas malas hierbas!
Por Jack Greene
Traducido por Maria Argueta
De entre todas las herramientas que haya usado en mis muchos años de enseñanza, considero a las plantas las más fascinantes, y diría que incluso “transformadoras”. Adonde fuera que mis viajes me llevaron por los barrios humildes de Los Ángeles, siguiendo los cascos urbanos de Ancorage, a un campamento para jóvenes rebeldes en Michigan, un parque en Atlanta, o un campus en Nueva Escocia, plantas familiares me daban la bienvenida. Ciertas plantas a las que nos referimos
normalmente como “malas hierbas” se encuentran por todas partes, siendo muchas de estas especies bastante comunes prácticamente a lo largo de toda América del Norte. Recogerlas es gratis y se pueden encontrar en casi cualquier patio de
colegio u alrededores. Y si se tiene hambre, las hierbas son ricas en nutrientes, suponen el mínimo de los empaquetados, y crecen de manera orgánica. A continuación, unas cuantas historias para que despierten vuestro apetito.
Me propusieron que acompañara a un grupo de jóvenes de cascos urbanos de Los Ángeles de excursión con mochila durante una semana por la Sierra Nevada de California. La mayoría de ellos nunca había estado en contacto con la naturaleza fuera de la ciudad. Una vez en marcha, resultaba obvio que iba a suponer un importante esfuerzo conseguir hacerles disfrutar de la experiencia en un ambiente que no sólo era totalmente nuevo para ellos, sino, aparentemente hostil. Al desconocimiento del entorno se le añadía la incomodidad de tener que cargar cuesta arriba con una pesada mochila durante varios kilómetros de camino escarpado.
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