Skip to content

Reconectar con la Tierra

Niño tocando un girasol grande en el jardín de una escuela.

Por Matthew Kemshaw

Traducción por José Francisco Gálvez Prior

Revisado por Lucía Rodríguez Antolinos

 

Todos comemos. No importa quiénes seamos, dónde vivamos o a lo que nos dediquemos, siempre vamos a necesitar alimentos para vivir. En la escuela, la forma en la que los estudiantes comen tiene la capacidad de enseñarnos muchas lecciones. La cantidad de comida que los estudiantes tienen que desperdiciar obligatoriamente porque ha sonado el timbre fomenta una experiencia con el sistema alimentario alejada de la realidad y poco sostenible. Sin embargo, la hora de comer puede ser una puerta de entrada para comprender nuestra dependencia de las plantas, animales, hongos y bacterias. A través del proceso de descomposición estamos conectados de manera tangible con la tierra o suelo en la que nacen nuestros alimentos. Al estar respaldada por experiencias reales con las fuerzas que dan vida a una tierra sana y orgánica, la hora de comer se convierte en una experiencia de dependencia mutua y una oportunidad para el aprendizaje experimental.

La creación de programas de compostaje que impliquen a los alumnos en el proceso por el que los alimentos vuelven a la tierra mejora nuestro entendimiento acerca de los ciclos alimentarios y de otros sistemas de vida complejos. Este artículo trata sobre la importancia de experimentar el compostaje como un proceso y proporciona ejemplos reales de cómo fomentar el aprendizaje experimental acerca de la descomposición en las escuelas.

¿El final o el principio de un proceso?

La noción de «sostenibilidad» puede ser conceptualmente abstracta, pero a su vez desencadenar una gran variedad de emociones. Es fácil sentirse abrumado por la magnitud de este concepto al no estar familiarizado con técnicas sostenibles reales. El sistema alimentario en su totalidad presenta una cautivadora entrada hacia una serie de conceptos complejos que giran en torno a la noción de sostenibilidad. Al estar implicados en cada aspecto del ciclo alimentario, los estudiantes tienen la oportunidad de conectar sus actividades diarias con un entendimiento mucho más completo de estos complejos sistemas.

El término «ciclo alimentario» describe un sistema de economía circular de los alimentos que engloba su producción (cultivarlos y cosecharlos), su obtención, preparación, reparto y posterior gestión de los residuos alimentarios. En el caso de que se cultiven los alimentos cerca de casa, el compost o abono natural se vuelve fundamental para cerrar el ciclo alimentario y hacerlo circular, es decir, sostenible. En la revista «Research in Science Education», Ero-Tolliver et al. (2013)[1]  describen cómo «Los enfoques educativos que tratan los ciclos de vida casi siempre concluyen con la muerte del organismo, a pesar de que el proceso de descomposición es igual de importante para la salud y el equilibrio de nuestro planeta». Niño con guantes jardineros explorando la tierra en un área al aire libre.La falta de unos enfoques y apreciación adecuados en lo que respecta al proceso de descomposición ha provocado un preocupante legado social que asume que los residuos y la muerte son un punto final desagradable al que hay que temer o eliminar. Esta concepción cultural oculta el proceso esencial de descomposición y renovación e impide que muchas personas aprecien el valor del ciclo alimentario en su totalidad. Cada año se desperdician a nivel global 1.300 millones de toneladas de comida de un valor de un billón de dólares estadounidenses[1]. En Metro Vancouver, dónde yo vivo, cada año terminan en el vertedero 450 000 toneladas de desechos. Con esta cantidad se podrían llenar 280 piscinas olímpicas3[2]. El Consejo Escolar de Vancouver estima que el 38 % de la basura de sus verteros está compuesto por residuos orgánicos4[3], una estadística similar a la de otros distritos escolares de América del Norte. Todos estos residuos representan un gran desperdicio de energía y es una de las principales consecuencias de un sistema alimentario poco sostenible. Reciclar incluso una pequeña parte de estos desechos para su uso en la producción de comida local podría suponer una gran aportación para crear un sistema alimentario más sostenible.

Merece la pena pararse a cuestionar las implicaciones educativas de los sistemas alimentarios eficientes que almacenan y procesan los residuos orgánicos para convertirlos en abono aprovechable. A pesar de que los métodos industriales de compostaje pueden generar productos útiles que pueden volver a los ciclos alimentarios regionales, estos no siempre proporcionan a los estudiantes una conexión real con el proceso de descomposición. Los profesores juegan un papel fundamental a la hora de fomentar la apreciación y el entendimiento de este proceso vital. La descomposición asegura que los alimentos volverán a crecer.

Desechar los alimentos no es el final, y la manera en la que nos deshacemos de estos dice mucho de nuestra actitud y de nuestros valores. Iniciar una relación con el proceso de descomposición le puede enseñar a uno a apreciar la naturaleza de dependencia mutua de la propia vida, que sin duda es un requisito previo para entender la noción de sostenibilidad.

La descomposición no es algo alarmante. Existe un buen motivo por el que nuestros cuerpos se descomponen y se convierten en materiales orgánicos en descomposición. Definitivamente, no deberíamos comérnoslos, pero observarlos y comprender cómo se descomponen no va a hacernos daño. A lo largo de generaciones en las que se ha ocultado el proceso de descomposición, a las personas de occidente se les ha inculcado temer y denigrar todo lo que está cerca de pudrirse. Parece que nuestro sentimiento intrínseco del asco ha ido creciendo a lo largo de este proceso. Hemos olvidado que cuando algo muere, se encuentra al principio de un bonito a la par que complejo proceso de descomposición. Ero-Tolliver et al. (2013) explican que, hoy en día, en la educación primaria de las ciencias, «la descomposición se concibe como un indicio de la etapa final de la vida, y no cómo un proceso».

Compostaje in situ en las escuelas

Durante los últimos 10 años, he estado trabajando en diferentes competencias, tanto como investigador como educador medioambiental en Victoria y Vancouver (Columbia Británica, Canadá) para ayudar a los profesores y aprender a incorporar la descomposición en las clases de manera adecuada. De los 108 colegios públicos que hay en Vancouver, al menos en 39 se realizan actividades de compostaje in situ. A pesar de que hay un gran valor en todos los esfuerzos realizados para compostar alimentos en el terreno escolar, sigue habiendo algunos obstáculos que superar a la hora de establecer sistemas de compostaje de alimentos que sean efectivos en las escuelas. En este artículo he descrito lo que he aprendido sobre los elementos comunes que poseen los sistemas de compostaje in situ más exitosos. También he presentado algunas ideas acerca de cómo los docentes podrían usar estos sistemas para comprometerse de manera crítica con el proceso de descomposición en sus propias clases.

El liderazgo de los estudiantes

Los comités ambientales formados por los estudiantes, también conocidos como «Green Teams», suelen jugar un papel clave cuando se trata de inspirar a su comunidad escolar para iniciarse en el compostaje. Con este modelo, los estudiantes recolectan y gestionan el compostaje de los cubos de basura que se encuentran en la cafetería, el comedor o en las clases. Si en la escuela hay una cafetería, este suele ser el mejor lugar para empezar con la recogida del compost, ya que es un lugar en el que se separan fácilmente los restos de alimentos vegetales de otros más difíciles de compostar como las carnes y los aceites. En los colegios que solo cuentan con educación primaria, dónde no suele haber una cafetería, los profesores juegan un papel fundamental para ofrecer su ayuda y asegurarse de que sus estudiantes usen correctamente los contenedores de las clases o del comedor. En los programas que involucran a los estudiantes, el compost es procesado de manera eficaz en sistemas de compostaje de tres contenedores. En estos el compost se apila y se ordena en tres contenedores de un metro cúbico cada uno que se sitúan uno al lado del otro (también pueden ser eficaces otros sistemas de compostaje en diferentes huertos o en recipientes de grandes dimensiones). Lógicamente, es importante asegurarse de que los sistemas de compostaje de las escuelas tienen la capacidad de procesar la cantidad de residuos que recogen. En este aspecto, los sistemas de compostaje en los que se puede añadir fácilmente otro contenedor pueden ser de gran utilidad. Otra clave para la gestión adecuada de los sistemas de compostaje es asegurarse de que se combinen las cantidades adecuadas de carbono (se encuentra comúnmente en forma de hojas y tozos de papel) con los restos de comida que se añaden tras la recogida en la escuela, ya que estos cuentan una cantidad relativa de nitrógeno.

Los sistemas dirigidos por los estudiantes muchas veces llegan a ser sostenibles gracias a sus esfuerzos por sistematizar la recogida de compost. Consagrar la recogida de compost como una tarea del comité ambiental de la escuela, o como una parte del plan de estudios para estudiantes de primaria (dos ejemplos comunes), es una manera de crear sistemas dirigidos por estudiantes para asegurar el éxito a largo plazo. Hacer que la recogida de compost sea una responsabilidad oficial de uno o más grupos estudiantes permite que el programa persista a lo largo de varias generaciones de liderazgo estudiantil. Sistematizar un programa permite que la recogida de compost continúe incluso después de que se hayan graduado los estudiantes que apoyaron la iniciativa en primer lugar.

Niñas con guantes blancos explorando el suelo en una actividad educativa.

Muchos programas que son dirigidos por estudiantes y se consideran efectivos reciben apoyos de organizaciones comunitarias, como centros comunitarios de la zona, asociaciones de vecinos u organizaciones medioambientales. Este tipo de apoyo externo en ocasiones es fácil de encontrar; muchos grupos comunitarios buscan métodos útiles para llamar la atención de la juventud de la zona y muchas veces ven con buenos ojos trabajar codo con codo con una escuela local.

Como docentes, podemos motivar a los estudiantes a organizar programas de recogida de compost en nuestras escuelas al recordarles la importancia del proceso. Es importante que como líderes sintamos curiosidad por el proceso de compostaje y que ayudemos a los alumnos a ver la belleza y complejidad de una cáscara de un plátano que se convierte en tierra. En muchas ocasiones he presenciado programas de compostaje bien organizados en los que tanto a los estudiantes como a los empleados les repugnaba mirar dentro de un contenedor lleno de compost. Inculcar una curiosidad real sobre lo que está pasando dentro de ese contenedor es sumamente importante. Tomaos el tiempo necesario para investigar lo que está viviendo dentro de vuestro compost. Utilizad microscopios y lupas. Extended el compost en láminas o lonas grandes y prestadle un par de guantes y unos palillos a cada estudiante para que pueda echarle un vistazo. Observad cómo evoluciona el compostaje a lo largo del tiempo. Contemplad cómo cada objeto se descompone en ecosistemas diferentes. Tomad el tiempo que sea necesario para reflexionar, haceros preguntas o asombraros. Daos cuenta de que la tierra se ve de manera diferente en función del lugar. Volved y mirad un poco más. Recordad que Internet y vuestros colegios y bibliotecas locales están repletos de recursos fáciles de comprender que os ayudarán a dar el paso. Los centros de jardinería y los grupos comunitarios de la zona a menudo organizan talleres de compostaje. Si confiáis profundamente en vuestra curiosidad e intuición, espero que algún día os convirtáis en verdaderos expertos en el compostaje.

Brotes de plantas creciendo en pequeñas macetas junto a etiquetas de madera.

Pie de foto: En lugar de temer y denigrar la descomposición, deberíamos aceptar este proceso como los cimientos en los que plantar crecimiento.

Dentro de las clases

La realidad tal y como la describen muchos defensores del uso de compost en las escuelas es que es difícil de mantener en el terreno escolar. Los vecinos pueden arrojar sus residuos a esas tierras, la energía necesaria para mantener el compost puede aumentar o escasear y las plagas pueden suponer un problema. Teniendo en cuenta que la mayoría de profesores tienen un horario ajetreado, hay demasiado por gestionar. ¿El resultado? Muchos docentes defienden que los sistemas de compost dentro de las clases son la mejor opción. El vermicompostaje (contenedores con lombrices) es una manera divertida, limpia y relativamente fácil para compostar restos de frutas y verduras de los almuerzos dentro de la propia clase. La tierra que los estudiantes crean en clase se puede utilizar para cultivar brotes o microplantas (también conocidas como «microgreens» por su nombre en inglés). Esta puede situarse en los alfeizares de ventanas dónde le dé la luz o en pequeños huertos de la escuela. Estas microplantas se pueden cosechar de manera fácil y las puedes incluir en una ensalada.

Además de esta experiencia completa del ciclo alimentario, tener en clase un contenedor de vermicompost también muestra un ejemplo claro del proceso de descomposición, al que se puede hacer referencia a lo largo de todo el curso escolar. Al comparar cómo el corazón de una manzana se descompone en diferentes condiciones, los estudiantes de primaria podrán comprender mejor el papel de las lombrices y otros macro y microorganismos en la descomposición. Al traer muestras de tierra de su casa, los estudiantes podrán comparar entre distintos tipos de tierra para así apreciar la diversidad de los mecanismos por los que se crea esta. Los estudiantes podrán apreciar mucho mejor la descomposición al ver cómo los residuos orgánicos de sus alimentos se transforman dentro de los contenedores con lombrices. Podrás incluso investigar para un documental de HBO (hongos, bacterias y otros organismos que trabajan en cada compost). En el instituto, los estudiantes y los profesores suelen elaborar experimentos y realizar investigaciones para involucrarse en el aprendizaje acerca del proceso de compostaje mientras disfrutan del plan de estudios básicos. Estos ejemplos son útiles tanto para el vermicompost en el interior como para otros estilos de compostaje al aire libre.

Un acercamiento a toda la escuela

Existen algunos ejemplos inspiradores de escuelas que han tenido éxito a la hora de diseñar programas de compostaje que recojan y composten los residuos orgánicos de prácticamente todas las aulas y servicios de alimentación de la escuela. Estos programas de compostaje in situ tan implicados y completos suelen iniciarse gracias a un profesor con motivación que cuenta con el apoyo cercano de uno o más compañeros de trabajo en la escuela. En muchas ocasiones, algunas organizaciones externas se encargan del diseño de estos programas y las consultas sobre el compost, y casi siempre todo esfuerzo es apoyado por la administración de la escuela (al menos, con apoyo moral). Al igual que en el ejemplo de la iniciativa que tomaron los propios estudiantes, es importante garantizar que la recogida de compost está institucionalizada dentro de la cultura escolar para asegurar la sostenibilidad a largo plazo con un enfoque que involucre a toda la escuela. La presencia de contenedores de compost en zonas de la escuela dónde más restos de comida se producen es otro factor clave para la creación de un sistema eficaz. Niña pelando y cortando frutas en un aula de cocina.Confiar en que habrá una amplia participación por parte de la mayoría de las personas no suele funcionar, mientras que crear procesos simples y repetitivos para que ciertos grupos de personas los sigan suele asegurar el éxito. Mediante una amplia recogida de compost en toda la escuela, el compostaje se convierte en una parte de los valores éticos de la comunidad escolar. En mis experiencias con sistemas de compostaje que involucren a toda la escuela, siempre he visto un huerto escolar en el que se usa el compost. Muchas escuelas con programas exitosos albergarán festividades para celebrar las grandes cosechas y conmemorar el trabajo de toda la comunidad a la hora de crear un ciclo alimentario sostenible. En estas escuelas son frecuentes las chalas para hablar sobre el compost. Diariamente, los estudiantes y trabajadores entablan conversaciones rutinarias sobre el compost. Los profesores describen cómo sus alumnos saben que la tierra creada a partir de los restos de alimentos que se recogen en la escuela se utiliza en el huerto para alimentar a los nutrientes de la tierra y así cultivar los alimentos que comen. A pesar de que esto es algo muy importante que hay que saber, no necesariamente asegura que se comprenda el proceso de descomposición.

En ocasiones, ni siquiera estos avanzados acercamientos del compostaje a toda la escuela son capaces de hacer entender a los alumnos el proceso de descomposición. A menudo, los programas de recogida de compost perpetúan el concepto de residuo como un fin, todo esto en un intento de comunicar de manera efectiva en qué contenedor se deposita cada residuo. Estos programas casi siempre participan en reuniones que abarcan a toda la escuela, entre las que se incluyen todas las asambleas escolares. Ofrecer al menos una introducción al proceso de descomposición en estas reuniones supone un importante primer paso a la hora de crear un programa de compostaje in-situ revolucionario. Recomiendo personalmente que todas esas escuelas con programas de compostaje establezcan una meta para crear una cultura de la curiosidad en torno al proceso de descomposición.

Hacer ilegal el desecho de residuos orgánicos

Muchas comunidades de vecinos han tenido que resolver algunas preguntas difíciles sobre cómo deshacerse de los residuos de toda la zona de manera segura.  Debido a que los vertederos están llenos y la sociedad demanda unas infraestructuras más ecológicas, algunos ayuntamientos están implementando políticas de recogida de compost y programas para que los residuos no acaben en los vertederos. Los resultados de estas iniciativas son la separación de los residuos orgánicos de la basura que se tira a los vertederos y su posterior desplazamiento a grandes instalaciones industriales para el compostaje. La industria que se encarga del transporte de residuos se está adaptando para satisfacer esta nueva demanda, y muchas empresas ahora ofrecen opciones para retirar el compost además de las de reciclaje y transporte de residuos.

Aquí en Vancouver, el Consejo Escolar de Vancouver ha dado unos pasos hacia delante y ha puesto en marcha un programa de desvío de residuos orgánicos que empezará a funcionar en todas las instalaciones del distrito a partir de 2015. Este programa se instauró para asegurar que el consejo escolar cumpliera con la prohibición de desechar en el vertedero restos de alimentos y otros materiales orgánicos que se implementó recientemente. A principios de 2015, se prohibió tirar residuos orgánicos a la basura en Metro Vancouver. Este tipo de políticas se han implementado en muchas ciudades de Norte América y se está explorando en muchas más como medida para que los residuos no acaben en el vertedero. Ahora que algunas escuelas y consejos escolares también están considerando implementar la recogida de residuos orgánicos como parte de sus contratos de gestión de residuos, merece la pena investigar el impacto que tienen estos programas de recogida en el aprendizaje de los estudiantes, y cómo ellos mismos pueden fomentar o quitarle valor a la existencia de los programas de compostaje in situ. Los programas de recogida de compost institucionales tienen muchos beneficios. Estos abren la puerta a un compostaje eficaz de todos los residuos orgánicos, algo que ni siquiera los programas in situ más avanzados han podido conseguir (en parte debido al reto de compostar de manera segura grandes cantidades de huesos y carne en la propia escuela). La implementación de un programa de recogida institucional también presenta la oportunidad de destacar las diferentes escalas del reciclaje de residuos orgánicos (desde los contenedores del patio hasta grandes escalas industriales), además de los beneficios, inconvenientes e impacto de cada una. Esto abre la posibilidad a los profesores de investigar la realidad ecológica, social y económica de los diferentes métodos de compostaje. La necesidad de métodos de compostaje mixtos refleja adecuadamente la realidad en el municipio y fomenta que los planes de estudio investiguen los problemas relacionados con el flujo de los residuos en la comunidad. Quizás lo más importante es que la recogida de compost de manera institucional hace que el compostaje sea más fácil y eficiente. Además, les brinda a los profesores la oportunidad de iniciar conversaciones sobre el ciclo alimentario y el importante papel del compost para completar este ciclo.

Estos beneficios del compostaje institucional vienen acompañados de una serie de retos. Quizás el más destacable de estos retos es que la recogida institucional elimina el proceso de compostaje del conocimiento inmediato, ya que los residuos orgánicos simplemente «desaparecen» junto a la basura y el reciclaje. El transporte de compost a una instalación industrial que lo procesa reduce la urgencia y el deseo de las iniciativas de compostaje en escuelas y puede afectar a programas de compostaje in situ ya existentes. Si bien el compostaje institucional puede ser un remedio importante para los problemas con los residuos de una zona, he visto cómo le restaba importancia a personas y programas que encabezaban acercamientos progresivos en las escuelas para aprovechar la descomposición. Los programas básicos de recogida de residuos orgánicos seguramente no proporcionan de manera inherente un compromiso mayor con el proceso de compostaje, y en la mayoría de las ocasiones no conecta explícitamente los residuos de los alimentos con el hecho de que son una pieza clave en la totalidad del ciclo alimentario.

Después de todo, de los docentes depende aprovechar al máximo un programa de compostaje. Para integrar la educación acerca del ciclo alimentario y la descomposición en los sistemas de recogida institucionales, lo mejor es que participen el mayor número de personas posibles y que trabajen juntas para fomentar dicha integración. Cuando inician los programas, el consejo escolar puede ofrecer recursos, apoyo y consejos; el personal de las escuelas puede cooperar para incluir el aprendizaje de la descomposición y el ciclo alimentario en el lanzamiento del nuevo programa de recogida de compost; los estudiantes pueden encabezar el aprendizaje junto a sus compañeros, además de servir de ejemplo y apoyar a la comunidad escolar a la hora de entender los procesos que tienen lugar en sus contenedores de recogida de compost.

En Vancouver, muchos profesores concienciados con los problemas del medioambiente temen que los programas de recogida de compost no sean respaldados por sus compañeros de trabajo y jefes como una oportunidad de aprendizaje, y que tengan que encargarse ellos solos de soportar todo el peso de intentar educar a la comunidad escolar en el proceso vital de descomposición. Muchos de estos profesores sugieren que informar desde un primer momento acerca de los programas de recogida de residuos orgánicos podría ser muy útil. También es importante que todas las personas que forman la comunidad escolar se sumen a la iniciativa y estén de acuerdo en quién se encarga de cada tarea respecto al lanzamiento de los programas de recogida de residuos orgánicos de toda la escuela. Los consejos escolares juegan un papel fundamental para facilitar está comunicación, y los líderes de la comunidad escolar deben dejar en claro que educar sobre el compost es una prioridad.

Muchas veces, incluso los docentes comprometidos con la enseñanza del compost niegan la realidad fundamental del compost cómo proceso de descomposición. La educación acerca del compost en las clases suele centrarse en los beneficios medioambientales que tiene la reducción de residuos, encasillando a los residuos orgánicos cómo otro tipo de basura al terminar su vida. El miedo a la muerte que ha construido nuestra sociedad ha creado un legado cultural que hace que aumente enormemente nuestro desagrado por la descomposición. Estas barreras sociales se suman a los retos estructurales que hacen que el compostaje en las escuelas sea realmente difícil. Si queremos finalizar la vuelta completa al ciclo alimentario, debemos abordar estas dificultades entendiendo y explorando el proceso vital de descomposición.

Ya que de media una persona come tres veces al día, al menos una comida se hace durante el horario escolar, lo cual brinda a los docentes una oportunidad siempre presente de incluir de manera experimental a los alumnos en conversaciones sobre sistemas alimentarios sostenibles. Al entender que la cáscara de un plátano no es simplemente el final de un almuerzo sino el comienzo de un proceso vital esencial, los alumnos adquieren las herramientas conceptuales para comprender que ellos mismos son seres interdependientes. La descomposición es un proceso que conecta de manera tangible los alimentos que comemos con la tierra en la que crecieron. Una educación sobre el compostaje efectiva honra e involucra este proceso vital y fomenta una cultura de la curiosidad y el respeto a la genialidad de la descomposición.

Matthew Kemshaw es coordinador de una investigación para el proyecto Think&EatGreen@School en Vancouver, Columbia Británica. El proyecto se ha centrado en construir unos sistemas alimentarios escolares saludables y sostenibles facilitando la investigación y la acción. El proyecto brinda la posibilidad a los estudiantes, profesores y responsables políticos de influenciar de dónde vienen los alimentos y cómo se producen. Para más información, está disponible la página web www.greenteacher.com o el contacto del autor por el siguiente correo electrónico: matthewkemshaw@gmail.com

 

¡Muchas gracias!

A todos nuestros seguidores y amigos que nos brindan la financiación que nos falta para sustentar Profesores Verdes.

Súmate a la lista y descubre mucho más en www.profesoresverdes.com

A nuestros Amigos

Crystal Auger

Robert Bixler

Holly Brose

Richard Clark

Liz Couture

Carol Fern Culhane

Gregory Dahlin

Lee Gluck

Jo Low

Anya Marin

Candace

Jaruszewicz

Todd Moore

Stephanie Pearl

Cory Redl

Petra Remper

Peter

Salmansohn

 

A nuestros seguidores

Debra Bridgman

Herbert Broda

Ann Dreolini

Garry Enns

Stan Kozak

Linda Ryan

Scott Slocombe

Pattrick Stewart

Ursula Winkler

 

1. Ero-Tolliver, I., Lucas, D., & Schauble, L. (2013). Young Children’s Thinking About Decomposition: Early Modeling Entrees to Complex Ideas in Science. Research in Science Education, 43(5), 2137-2152. Available on-line at http:// www.academia.edu/6541640/Young_Childrens_Thinking_About_Decomposition_Early_Modeling_Entrees_to_Complex_Ideas_in_Science

2. United Nations Environment Program. (2014). Prevention and reduction of food and drink waste in businesses and households – Guidance for governments, local authorities, businesses and other organisations, Version 1.0. Available on-line at http://www.fao.org/fileadmin/user_upload/save-food/PDF/ Guidance-content.pdf

3. Metro Vancouver. (2010). Integrated solid waste resource management plan: A solid waste management plan for the Greater Vancouver Regional District and member municipalities. Available on-line at http://www.metrovancouver. org/services/solid-waste/_layouts/15/WopiFrame.aspx?sourcedoc=/services/ solid-waste/SolidWastePublications/ISWRMP.pdf&action=default&DefaultIt emOpen=1

4. Vancouver School Board. (2010). Resource use and waste reduction action plan. Available on-line at http://www.vsb.bc.ca/sites/default/files/publications/ VSB%20WASTE%20Action%20Plan.Draft%203.3.pdf 5. EndFoodWasteNow.org. (2013). Schools. Available on-line at http://www. endfoodwastenow.org/index.php/issues/issues-school