Donde antes había zarzamoras ahora hay asfalto

Por Jelly Johnson
Traducido por Lucía Rodríguez Antolinos
Revisado por José Francisco Gálvez
Nostalgia: sustantivo. Tristeza melancólica o anhelo por el pasado, normalmente por un periodo o lugar asociado con experiencias felices. La evocación de estos sentimientos o tendencias especialmente de forma comercializada. Origen: finales del siglo XVIII. (En el sentido [melancolía aguda]): latín moderno, del griego nostos ‘regreso’ + algos ‘dolor’ (New Oxford American Dictionary).
Solastalgia: sustantivo. Del latín solacium (comodidad) y la raíz griega –algia (dolor). «El dolor que se experimenta cuando se percibe que el lugar donde uno reside y ama se encuentra bajo amenaza. Una forma de nostalgia que uno siente cuando aún está en casa» (acuñado por Glen Albrecht[1]).
La palabra solastalgia apareció en mi vida hace muy poco, pero tristemente el concepto no es nuevo. Es normal sentir tristeza cuando descubrimos que un lugar que amábamos de niños, donde tuvo lugar un momento importante de nuestras vidas, está dañado. O incluso por un paraje natural del que hemos oído hablar, pero que nunca hemos tenido la oportunidad de visitar. Recuerdo los campos de zarzamoras de las que me atiborraba a comer y que ahora son centros comerciales, los arrecifes de coral que antes exploraba y han muerto y las higueras de mi jardín que un vecino destruyó. Si pienso en el plástico del Pacífico, los bosques incendiados de Indonesia o los casquetes derritiéndose, por un lado, solo quiero irme a la cama, y por el otro, quiero empezar una revolución. Todo esto son sensaciones de solistalgia. No solo la pueden sentir los adultos, ni siquiera se limita al pasado, de hecho, puede que en la vida de los niños aparezca de la forma más fiel a su definición. Cuando la historia que voy a compartir estaba sucediendo yo no tenía esta palabra para describir la experiencia, pero es un ejemplo perfecto de cómo los niños sienten esta confusa emoción.
Comparto esta anécdota de niños experimentando solastalgia con la esperanza de que en algún momento todos charlemos sobre ello y podamos ayudar a disminuir este tipo de encuentros en la vida de nuestros alumnos. Si hubiera sabido entonces lo que sé ahora, hubiera hecho todo lo que hubiese podido para evitar el siguiente suceso.
Os pongo en situación
Mi antigua clase era idílica. Un edificio independiente con un pequeño jardín justo en la puerta, con ventanas hasta el techo que daban al jardín y unos árboles que lo rodeaban. Teníamos luz natural, por lo que solíamos dejar las luces incandescentes apagadas, había un porche en el que los niños podían salir libremente para trabajar, además solíamos dejar las ventanas abiertas para escuchar y oler los sonidos y los aromas de los árboles. Hace alrededor de siete años, un grupo de padres solicitaron un movimiento de tierras ya que insistían en que el colegio necesitaba un campo de fútbol junto a la cuenca hidrográfica, se decidió entonces que el campo se construiría dónde estaban nuestros queridos árboles.
Después sucedió
El largo proceso de decisión no parecía algo importante y no se les consultó a los profesores, que tampoco estuvieron involucrados. Después empezó la deforestación. Imaginad el sonido sordo y el estruendo de los buldóceres abriéndose paso a través de los árboles, la estructura y las ventanas sacudiéndose cada vez que caía un árbol, además de la profunda vibración que te golpeaba, tanto física como emocionalmente, cada vez que caía un árbol. Como si dar clase en medio de todo eso no fuera suficiente, imagina un aula llena de niños de seis y siete años, algunos llorando porque les entristecía pensar que los árboles estaban muriendo y que los animales se quedaban sin hogar. Se dieron cuenta de todo esto tras la tala del primer árbol y fue entonces cuando les golpeó la pena por solistalgia.
¿Cómo les explicas que no se tienen que preocupar por la biodiversidad natural y la destrucción de su hábitat? Que las experiencias maravillosas que habíamos tenido con esos árboles o la forma en la que habíamos enlazado el entorno natural con el plan de estudios no importaban. Cómo les decíamos que sus padres, con la mejor de las intenciones, les iban a dar un campo de césped vacío, especialmente cuando ni yo misma lo creía.
El corazón se me partió en mil pedazos esa semana y vuelve a hacerlo cuando pienso en ello. Por la pérdida de vida botánica y biológica, por la pérdida para los niños, por la bienintencionada ignorancia de la escuela y los padres. Porque no luché por los árboles, por la pérdida de la belleza natural y el descubrimiento que nos aportaban los árboles, por el derecho de los niños a la naturaleza y por cómo la naturaleza se destrozó por el interés propio de un pequeño grupo.
Las secuelas
Al final, no sé muy bien por qué, ese campo nunca fue un buen lugar en el que pasar el rato. Hacía calor, era húmedo, estaba inerte y siempre estaba lleno de chinches (bichos chiquitines que picaban de forma voraz). Se inundaba y no se podía usar tras las lluvias, cuando los niños estaban en él tampoco parecían disfrutar y se formaban peleas a menudo. Era aburrido. Solo había césped, nada que explorar o hacer, sin vida. Los momentos más especiales sucedían ocasionalmente cuando aparecían serpientes de cascabel cerca de la valla. Siempre pensé que era irónico que un animal que los adultos temen merodeara a los niños, como si dejara el mensaje de que a pesar de todo la naturaleza siempre gana.
Sé que esta experiencia no es única y que pasa en muchos lugares frecuentemente. Quiero ayudar (a otros docentes) a ser capaz de anticipar los resultados y quizá prevenirlos o disminuirlos en los patios de las escuelas y en las vidas de los estudiantes. Recuerda esta experiencia si tu escuela o comunidad propone la destrucción de un hábitat natural por el interés de un pequeño grupo. Espero que hagas uso de tu propia fortaleza, amor, nostalgia y experiencias de solastalgia para hacer lo que puedas para proteger la naturaleza que aún quedan en entornos urbanos. Hay que protegerla por los niños, los animales, las plantas, la calidad de la vida en nuestra sociedad y por la biofilia (nuestra predisposición genética para amar la naturaleza).
Si supiera lo que sé ahora, hubiera luchado contra la propuesta del campo y la hubiera sustituido por senderos, zonas para jugar con piezas sueltas[1] (método que ofrece posibilidades ilimitadas de juego con pocas piezas) o quizá una zona para construir un fuerte. Hubiera presentado un estudio para el desarrollo sobre la importancia de la libertad a la hora de jugar y la creatividad. También les hubiera mostrado ejemplos de escuelas de Estados Unidos y Europa que han creado este tipo de patio de juegos de bajo impacto integrado con la naturaleza y cómo podrían aumentar su autoestima, mejorar académicamente y disminuir los problemas de comportamiento y los incidentes.
Asimismo, promueven el aprendizaje por descubrimiento, la conexión con la flora y la fauna local, la importancia de la naturaleza en la niñez y como la preservación de espacios naturales beneficia la vida. Propago el mensaje y comparto mi experiencia con otros docentes para que no tengan que vivir con los mismos remordimientos. Trabajo cada día para enseñarles a los adultos la importancia de la naturaleza en la niñez.
Desalentando la amnesia generacional medioambiental
Analicemos la idea de amnesia generacional medioambiental y veamos qué podemos hacer, como profesores, para empezar a paliar este efecto. Creo que explorar este tema aporta importantes conocimientos e investigaciones que inspiran y apoyan «la importancia de los encuentros directos de los niños con sistemas naturales diversos y relativamente saludables[1]» y a los adultos que crean experiencias que aportan maravillas naturales a los niños de su comunidad.
La amnesia generacional medioambiental es un concepto que es importante que entiendan los adultos que quieran conectar a los niños con la naturaleza. En resumen, es comprender que, con cada generación, el concepto de lo que se considera naturaleza pulcra está cada vez más degradado. Me enfrento a ello cada vez que voy a un manantial con mis sobrinos. Lo que los niños de siete y nueve años toman como aguas de manantial en su estado natural e impoluto son solo una sombra de lo que eran hace una década. Lo que una vez era agua cristalina hoy es color esmeralda enturbiada con algas por culpa de la contaminación y su excesivo uso. Cuando sean adultos, mis sobrinos solo querrán restaurar los manantiales hasta lo que ellos creen que es su estado natural, pero que en realidad está bastante alejado de un manantial verdaderamente saludable y abundante.
Supe por primera vez de esta idea a través del profesor Peter H. Kahn Jr., profesor de psicología en la Universidad de Washington. Estudia la evolución de las relaciones humanas entre el mundo natural y el tecnológico, también ayuda a restaurar su conexión con la naturaleza a través de la práctica de la eco psicología. Sus ideas son increíblemente importantes a medida que exploramos cómo crear un equilibrio entre la naturaleza y la tecnología en las vidas académicas de los estudiantes y cómo enseñar el valor de ambas.
«Los niños solo sabrán cómo restaurar el mundo hasta donde ven. Este manantial de Florida era cristalino en mi juventud, pero mis sobrinas y sobrinos solo recordarán las aguas turbias».
Una pregunta que podemos plantear a los estudiantes para aplicar esto es: ¿cómo pueden los conocimientos históricos sobre conservación aplicarse a un paisaje moderno muy diferente? El medioambiente se ha degenerado tan rápido durante el último siglo que la idea de naturaleza que tiene cada generación es diferente. «En cada generación, la degradación medioambiental aumenta, pero esa generación en su juventud toma la condición degradada como el estado original». A esto se le conoce como el fenómeno de la amnesia medioambiental generacional. El niño moderno tiene como punto de referencia una percepción del medioambiente problemática porque no ha tenido la oportunidad de apenas contemplar la naturaleza en estado virgen. Cuando se encuentran con la naturaleza esta suele estar muy regulada. Por lo tanto, cuando sean adultos preferirán la naturaleza estructurada a la salvaje porque es lo que ellos consideran natural y no trabajarán por la protección de la naturaleza salvaje y la biodiversidad.
Como profesores verdes podemos ofrecer a estos niños modernos tres tipos de experiencias naturales. La experiencia directa: exposición real y sin restricción a la naturaleza. La experiencia indirecta: exposición a la naturaleza en lugares controlados como en parques, reservas naturales o jardines. Por último, la experiencia a través de terceros en la que se experimenta la naturaleza a través de películas, televisión, internet o incluso libros. Mientras que todas ellas buscan el desarrollo de los niños, una no puede sustituir a otra, especialmente los dos extremos: simbólica y directa. La experiencia directa en la naturaleza es esencial para acabar con la amnesia medioambiental generacional. Los niños tienen que estar expuestos a parajes naturales silvestres para que sus mentes establezcan un punto de referencia. Hay que dejarlos disfrutar de los árboles sanos, los arroyos, la costa y las praderas para que entiendan la importancia de proteger y restaurar el medio ambiente una vez que crezcan.
La jardinería o visitar parques son experiencias indirectas beneficiosas y valiosas que ayudan a los niños a tener sus primeras conexiones y despertar la curiosidad. Sin embargo, nunca sustituirán los beneficios de la experiencia natural directa. La experiencia indirecta o simbólica solo se debería usar como seguimiento de la verdadera experiencia, sin embargo, se está presentando como una sustituta viable por su comodidad. No es un secreto que la naturaleza aporta a los niños amplias oportunidades para desarrollar habilidades como el pensamiento crítico, la resolución creativa de problemas y la madurez emocional. Los modelos educativos actuales buscan reunir cada una de estas habilidades, pero a los niños se les sigue privando de lo que se consideraría su derecho evolutivo por naturaleza.
La mayoría de las actividades indirectas con la naturaleza están demasiado estructuradas y controladas, además tienen a los padres demasiado cerca. No se les permite arriesgarse ni probar hasta dónde pueden llegar sus límites, por lo tanto, al no haber aventura los niños pierden el interés. En mi trabajo, suelo hablar del jardín como la base de la conexión con una naturaleza más salvaje, lo que es perfecto para el desarrollo de los niños y para introducir al ser humano en ella, pero la exposición no puede acabar aquí. Al madurar, los niños y los adolescentes deben experimentar la naturaleza de la que evolucionaron. Necesitamos las dos cosas, además debemos educar para la eco alfabetización en vez de tratar el medioambiente como si fuera algo ajeno a nosotros. El niño moderno ha de ensuciarse y aprender del entorno a través del contacto directo con sus manos.
Los niños desarrollan sus ideas sobre el mundo natural basándose en la naturaleza a la que están expuestos. Si solo están expuestos a una naturaleza impecable y saludable, entonces eso es lo que calificarán de naturaleza. Si se exponen a naturaleza deficiente o degradada, entonces eso es lo que establecerán como naturaleza saludable, lo que contribuye a la amnesia generacional medioambiental en la juventud. Un ejemplo de ello son los Manantiales de Florida, un paisaje como ningún otro en el mundo. Mi punto de referencia es 1990. Recuerdo esos manantiales con aguas cristalinas, revestidos con piedra caliza blanca, bombeando litros y litros de agua fresca del acuífero floridano. Me siguen encantando y sigo disfrutando de los manantiales, pero debido a una degradación medioambiental en los últimos 20 años, la referencia que tienen mis sobrinas y sobrinos de lo que es un manantial «bien preservado» son aguas turbias color esmeralda con el fondo lleno de algas marrones viscosas y un caudal débil. Su referencia está degradada con la de las generaciones que recuerdan cuando se podía beber de sus aguas simplemente tras hervirla. Este factor me hace sentir solastalgia, así que los ayudamos, de formas apropiadas para el desarrollo, para que entiendan las decisiones que podemos tomar para restaurar «los manantiales» hasta el punto original.
Los profesores, en situaciones formales e informales, pueden aliviar los sentimientos de solastalgia de los alumnos. Los docentes pueden inspirar amor por un lugar en vez de ese terrible sentimiento de derrota al exponerlos a imágenes e historias de épocas anteriores cuando la tierra donde habitan se encontraba bien. Podemos situar el trabajo experimental medioambiental en contexto y facilitarles una idea de cómo era, podría y debería ser la naturaleza. Al usar este modelo interdisciplinario que incluye la experiencia directa, indirecta y simbólica con la naturaleza tendrá más impacto en la asimilación de la experiencia y la información.
En nuestras comunidades escolares debemos reforzar temas importantes relacionados con la naturaleza, así como la cantidad de tiempo que disponen los niños de una experiencia independiente. Los niños necesitan pasar tiempo expuestos a una naturaleza agreste bien preservada para convertirse en adultos con una percepción correcta de esta y con la voluntad de protegerla y restaurarla hasta su punto normal. Es innegable que para mantener la especie humana de forma saludable y creativa tenemos que reconocer nuestra dependencia de la naturaleza para nuestra salud. Tenemos que luchar contra la destrucción de la naturaleza agreste en las escuelas y en la comunidad para favorecer la restauración de más zonas «verdes» de modo que sean accesibles para los niños. Tenemos que echar la vista atrás, para recordar la naturaleza antes de que se estropeara, y exigir que esa sea la referencia de naturaleza real que tengan las futuras generaciones.
Para aliviar tanto la solastalgia como la amnesia generacional medioambiental, miremos el presente y futuro cercano con la intención de recuperar un paisaje natural que represente el potencial de la biodiversidad terrestre para los niños.
Kelly Johnson es una artista, autora, montessoriana y profesora de jardinería para niños en Neptune Beach, Florida. A través de sus libros, cursos, talleres, consultorio, blog y sus accesorios para el jardín hechos a mano, inspira a otras personas a conectar con el mundo natural a través de la jardinería y el arte. Puedes contactar con Kelly a través de info@wingswormsandwonder.com y seguir su blog en wingswormsandwonder.com.
Referencias
1. Fuente: http://neuroanthropology.net/2010/01/30/solastalgia-and-the-ecopsychology-of-our-changing-environment/
2. Penn State Extension. “Loose Parts: What does this mean?” Penn State College of Agricultural Science. 2015. Web. 12 May 2015. < http://extension.psu. edu/youth/betterkidcare/early-care/our-resources/tip-pages/tips/loose-parts-what-does-this-mean>
3. Kahn, Peter H., Jr and Stephen R. Kellert, eds. Children and Nature: Psychological, Sociocultural, and Evolutionary Investigations. Cambridge: MIT Press, 2002. Print.