Introduciendo Estudiantes a la Vida Silvestre

Por David Kowalewski
Traducido por Juan Octavio Cervantes Dueñas

Con todo el énfasis actual en la enseñanza sobre el medio ambiente natural, es sorprendente que no hemos podido educar a las personas acerca de la recolección de plantas silvestres — los objetos naturales que más frecuentemente nos rodean — tanto para alimentación como para medicinas. Sorprendentemente, los Estados Unidos, la supuesta casa del pragmatismo, han fracasado estrepitosamente en este sentido. Muchas razones pueden aducirse para el fracaso.

En primer lugar, la máxima sociológica de que las macro estructuras influyen en los procesos locales sugiere que la civilización misma atenta en contra de las plantas silvestres.

Desde el comienzo de la agricultura, los seres humanos se han engañado a sí mismos con la idea antropocéntrica de que están encima de la naturaleza y por lo tanto no necesitan de ella. Ellos creen controlar la naturaleza (e ignoran el hecho de que la naturaleza los controla a ellos), y por lo tanto, producen sus alimentos y medicinas de forma masiva en granjas y fábricas. Así, las plantas silvestres son menospreciadas por primitivas, mientras que gastar un sueldo difícilmente ganado en productos nutritivos y médicos de dudosa reputación, es un alabado acto de civilización.  En segundo lugar, la civilización occidental parece tener una animadversión especial contra la naturaleza. Desde la desafortunada asociación entre una manzana silvestre y el colapso moral de la humanidad, a la demonización de la fitoterapia por su asociación con la brujería, la cultura occidental ha sido poco favorable a la vegetación silvestre. Sin embargo, cualquiera que sea el valor moral de hierbas silvestres, sus ingredientes, bioquímicamente hablando, todavía ofrecen nutrición y curación.