Vivir dentro de los límites de la Tierra
Por Barbara Duncan
Traducido por María Pineda
Un informe de las Naciones Unidas en 1998 estimó que la quinta parte más rica de la humanidad consume el 86 por ciento de todos los bienes y servicios, mientras que el quinto más pobre consume sólo el 1,3 por ciento. Estadounidenses y canadienses consumen mucho más que su cuota global de la gasolina, papel, acero, aluminio, energía, agua y carne. Este patrón de consumo no es sostenible, y sin embargo la mayoría de los norteamericanos no conocen otra manera de vivir. Mientras que «reducir, reutilizar, reciclar» se ha convertido en un mantra familiar en los últimos 25 años, el «reducir» ha sido ampliamente omitido debido a la actitud generalizada de que el crecimiento económico requiere un mayor consumo de recursos naturales. Ser un buen ciudadano ha evolucionado a significar ser un buen consumidor, muy en contraste con la definición tradicional de ciudadanía discutida en la mayoría de las clases de educación cívica.
Nuestra incapacidad para reducir el consumo también ha sido exacerbada por nuestro creciente urbanismo. Hoy tenemos un número menor de personas que en el pasado que cuentan con suficiente experiencia de primera mano con la naturaleza para comprender plenamente nuestra dependencia de los recursos naturales, y pocas personas son conscientes del costo ambiental de la extracción de recursos, tales como la tala de los bosques, para alimentar nuestro cada vez mayor apetito por productos de madera y papel. Además, nuestra cultura de consumo es constantemente reforzada por un bombardeo de la publicidad.
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