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De Asustado a Sagrado

Por Michael Gowing
Traducido por Sarah Kozicki

Recuerdo recostado sobre la alfombra en la casa cuando era niño, escuchando unas de las grabaciones que pondría mi mamá en el tocadiscos. En Caperucita Roja, imágenes de bosques oscuros llenos de lobos hambrientos bailaban por mi cabeza mientras esperaba el repique que me señalaba dar vuelta la página. El en segundo grado, esos mismos árboles moverían sigilosamente por mis pensamientos mientras la maestra leía Hansel y Gretel a la clase después del receso. En el octavo grado, leímos El Hacha por Gary Paulson, lo cual detalla la lucha por sobrevivir de un chico contra el salvaje feroz de Canadá. En el colegio, aprendimos de la magia del bosque nocturno en El Sueño de una Noche de Verano por Shakespeare y vimos su poder destructivo sobre las mentes jóvenes en El Señor de las Moscas por Golding. Pensando en estos cuentos de mi niñez, empezaba a preguntarme si los cuentos contados fuera de la casa y de la escuela son diferentes.

Recién estuve en el cine. Durante una extensa espera haciendo cola para comprar la entrada, mis ojos empezaron a vagar por el foyer, viendo los pósters enormes de películas de Hollywood. Una cartelera en particular me llamó la atención. Era un anuncio para la última película de horror, y mostraba la silueta de una mujer mirando a través de la ventana, sombreada por un cielo tormentoso y, detrás de ella, un bosque. Que interesante, pensé, que se usó un escenario boscoso para este póster. El artista sabía que para provocar una cierta reacción emocional del público—miedo—el contexto perfecto sería un terreno boscoso a finales de otoño.

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