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¡A ensuciarse un poco! Estudiando los diferentes suelos del país

Por Nanette L. Avery
Traducido por Anabella Mazzaferri

Aunque caminamos sobre él, lo escarbamos y trabajamos a su alrededor, el suelo siempre tan difamado es una de esas propiedades naturales de la Tierra que se dan por sentadas. Desde que éramos pequeños, apenas entrabamos a casa luego de jugar al aire libre nos obligaban a lavarnos las manos para quitarnos esa “suciedad”. Muy lejos de ser nuestro enemigo, el suelo es esencial para nuestra supervivencia. Prácticamente todo el alimento que ingerimos, las fibras utilizadas para fabricar nuestra vestimenta y los productos de madera que producimos tienen su origen en plantas que crecen en tierra. Casi toda el agua dulce viaja a través o por la superficie del suelo antes de desembocar en ríos, lagos, reservas y aljibes de los cuales luego accedemos a ella; y la respiración de microorganismos del suelo juega un rol principal en el ciclo del carbón.

Cuando llego el momento de enseñarle a mis alumnos entre 10 y 12 años sobre el suelo, elegí diseñar una importante investigación científica que capte su interés y los lleve a ese momento de comprensión total que es lo que buscamos todos los maestros al dar lecciones. Ya había visto como crecía su interés en experimentos científicos y su curiosidad sobre otros lugares, entonces, en vez de analizar solo los suelos de nuestra comunidad y los que la rodean, ampliamos nuestra investigación a muestras recolectadas de todo el país. Comencé nuestra unidad sobre suelo con una lluvia de ideas, impulsada por la siguiente pregunta: “¿Qué sabemos sobre el suelo?”.

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