Los anfibios y dos juegos dirigidos

Por Edith Couchman

Traducción por Maria E. Nacher

¿Por qué los niños deberían de escucharnos cuando les comunicamos información referente a la naturaleza? Si les expresamos claramente que tratamos de transmitirles historias VERDADERAS acerca del mundo en el que viven, ¿lograremos captar su interés y atención? Si les explicamos que saber más sobre los seres no humanos es vital porque, de hecho, nuestras propias vidas están interrelacionadas profundamente a las vidas de todos los habitantes del planeta, ¿trataran de entenderlo? Si les exhortamos a escuchar porque somos sus “maestros”, y que sus familias y comunidades queremos que aprendan lo que estamos tratando de enseñarles, ¿esto los motivará? Tal vez si somos afortunados lo hará, pero lo más probable es que no sea así.

Las razones y los llamados a la capacidad de asombro y a la conexión de los niños con la naturaleza podrán pasar inadvertidos, dependiendo del contexto emocional y la historia individual de socialización de cada uno. Si tratamos de captar su atención con amenazas y consecuencias negativas, la atención será hosca y rencorosa, ni escuchada, ni cultivada de la mejor manera. Sin embargo, si invitamos a los alumnos a jugar algo realmente atractivo con sus amigos, que considere sus prioridades de desarrollo, ¿estarán más dispuestos aprender? ¿Algunos trataran de afinar las palabras y extraer de ellas ciertas ideas y acciones? Yo apostaría que lo harán. A continuación, dos ejemplos simples de juego que pueden ser adaptados para crear momentos de aprendizaje empático y agradable acerca de la vida en la Tierra.

Las Peripecias de las Ranas
Una buena oportunidad para probar esta actividad puede ser durante una visita escolar a un pantano o humedal, o bien en clase, estudiando los anfibios. Es mejor llevarla a cabo al aire libre, pero es fácilmente adaptada a los confines del salón de clase, si es necesario.